Conectando con la ultima parte del artículo anterior, y hablando de los malentendidos, hay que decir que en estos casos no influye tanto el significado de las palabras como la intención con la que se dicen. Todas las figuras literarias, tanto semánticas como gramaticales, de las que goza nuestro idioma, hacen que no siempre se entienda lo que queremos decir, o digamos las cosas de manera diferente a como queremos que se entiendan, estén bien usadas o no lo estén.
Pero estos llamados malentendidos o confusiones, no sólo de deben achacar a las palabras, ya sea a su semántica o a su gramática, porque hay algo más que puede hacer que no dicho no sea siempre lo entendido: y esto es la intención con las que se usan. Y esa intención, no sólo del que habla, sino también del que escucha, es lo que puede marcar la diferencia entre algo que no se ha entendido bien y una flagrante mentira. ¿Os habéis parado a pensarlo alguna vez?
En el caso de las confusiones, el error suele ser del receptor, ya sea porque no entiende el significado de lo que se le está diciendo, o porque no entiende el sentido, que también puede pasar. Como ejemplo, puedes decirle a tu chica en un día cualquiera que está guapa; son palabras sencillas de entender y que no dan lugar a muchas interpretaciones, pero sin embargo ella puede tener la impresión de que hay ironía en tus palabras si en ese momento lleva algo que no la hace sentir muy segura de sí misma, o directamente pensar que si hoy está guapa, ¿cómo está los demás días, hecha un mamarracho? Como digo, todo esto sucede en la mente del que oye.
La mentira, sin embargo, es el caso distinto: el emisor suelta la información y usa correctamente las palabras sabiendo que lo que va a decir es totalmente incierto, con toda la intención; y el que escucha asimila perfectamente lo que ha oído, pero o bien sabe que es una patraña, lo cual estaría bien, o no tiene ni idea de que es un camelo con todas sus letras, pero de una forma objetiva, sin ninguna clase de interpretación. A nadie le gusta ser engañado, pero está claro que, en este caso, la mala fe sale del que habla y de sus malas intenciones.
Como veis, hay una diferencia grande entre un malentendido y una mentira intencionada, aunque a veces se quiera disculpar la segunda haciéndola pasar por lo primero. Aquí el significado de las palabras no influye mucho, y aunque no quiera parecer un derrotista, poco se puede hacer para ser una víctima de las mentiras, y tampoco mucho más para no sufrir un malentendido. El único consejo, seguir hablando y usar las palabras con propiedad.